Communiqué de presse

ENCUENTRO ENTRE ATEA Y EL MUSEO GUGGENHEIM BILBAO

Recientemente tuvo lugar un encuentro entre el Museo Guggenheim Bilbao y ATEA (Asociación para un Trato Ético con los Animales), en respuesta a la petición cursada por esta entidad. La reunión ―celebrada en las oficinas del Museo― se alargó durante más de dos horas, y en ella ambas partes intercambiaron argumentos y debatieron sobre sus respectivos puntos de vista en torno a los límites debidos en el uso de los animales en la sociedad en general y en el arte en particular. Lógicamente, las intervenciones giraron de manera concreta en torno a las dos obras de la exposición Arte y China después de 1989: El teatro del mundo que recientemente han suscitado polémica por mostrar seres vivos.

ATEA solicitó formalmente al Museo la retirada de dos de las obras exhibidas, debido al maltrato que ―según la entidad― implica el manejo de animales en tales circunstancias, así como la adopción de un Protocolo de Buenas Prácticas que incluya la no presencia de animales vivos en las obras expuestas en el centro.

Las obras que nos conciernen son, por un lado, Un caso de estudio de transferencia (1993), de Xu Bing, un vídeo donde aparece una pareja de cerdos apareándose en una granja; y, por otro, la instalación conformada por El Puente y El teatro del mundo (1993), de Huang Yong Ping, consistente en un gran terrario que alberga insectos y reptiles vivos. En este sentido, ATEA considera que “en ambos casos puede deducirse razonablemente que la exposición de animales en tales circunstancias afecta a los animales en general, puesto que refuerza el ideario social sobre dicho colectivo, confiriendo a sus miembros un muy bajo estatuto moral. Y desde una perspectiva 'individualista' ―aquella que prioriza los intereses de cada individuo sobre los de la especie a la que pertenece―, entiende que resulta ontológicamente imposible utilizar de esta forma animales sin que afecte en algún grado a sus intereses más elementales: estrés, manejo físico, traslados, posibles percances…”

Al hilo de esta petición, el equipo del Museo expresó su respeto por la opinión de ATEA, opinión que sin embargo no comparte, puesto que se han extremado las medidas para evitar cualquier tipo de sufrimiento de los seres vivos. En este sentido, el Museo notificó a ATEA que, más allá de los límites legales, que lógicamente se cumplen, la institución se rige por su propio Código Ético, que recoge [en su página 4] de forma específica: “Si las obras de arte incluyeran animales vivos, se velará por su bienestar”. De acuerdo con ello, el Museo explicó las medidas concretas adoptadas, con el asesoramiento de expertos biólogos y veterinarios, quienes, además, se encargan a diario de la supervisión, cuidado y alimentación de los insectos y reptiles fuera del horario de apertura al público. Cabe añadir a todo ello que el Museo consensuó en su momento con el artista las condiciones que deberían tener los insectos y reptiles de cara a minimizar su nivel de estrés, mejorando de forma ostensible respecto al proyecto matriz. Algunas de estas medidas son la selección de especies que conviven bien entre sí o la disminución de la densidad de población en los terrarios.

Aunque ATEA no avala ninguna de las obras objeto de polémica, reconoce que los animales no se devoran entre sí, y que el Museo se ha esforzado en ofrecer a los animales el máximo bienestar, dadas las circunstancias. Pero son precisamente esas 'circunstancias' el punto de desencuentro: que se recurra a animales (vivos en este caso) como elemento de la expresión artística. De hecho, ATEA reconoce que ambas partes coinciden en un “noventa por ciento”, por cuanto al respeto que merecen los animales en calidad de seres sensibles. Lo cual es, sin duda, una conclusión muy gratificante.

Tras un interesante intercambio de opiniones y posterior visita a la exposición, ambas partes acordaron emitir un comunicado conjunto, para trasladar a la opinión pública lo más sustancial del encuentro. La conclusión de este fue que, si bien hay discrepancias en algunos aspectos, ambas entidades coinciden en varios puntos clave:

1. El rechazo al maltrato animal.

2. El compromiso ético de evitar dicho sufrimiento en las exposiciones del Museo.

3. El reconocimiento de que la expresión artística como actividad social debe tender siempre a evitar cualquier tipo de daño a los seres vivos.

4. El arte tiene necesariamente ciertas 'líneas rojas', que desde luego incluyen en según qué casos a los animales.

5. Los hechos que han propiciado el intercambio de pareceres y sensibilidades deben suponer de facto la apertura de una nueva vía para seguir trabajando en el ámbito de la protección animal por ambas partes.

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