Nota de prensa

Adquisición Gerhard Richter y Joseph Beuys

EL MUSEO GUGGENHEIM BILBAO PRESENTA DOS NUEVAS ADQUISICIONES DE SU COLECCIÓN PERMANENTE

 Marina (Seestück), 1998, de Gerhard Richter y Rayo iluminando un venado (Blitzschlag mit Lichtschein auf Hirsch), 1958-85, de Joseph Beuys, son dos recientes adquisiciones que el Museo Guggenheim Bilbao incorpora a su Colección Propia que podrán contemplarse por primera vez en sus salas en el contexto de las nuevas presentaciones de la Colección Permanente que el Museo inaugura a lo largo del mes de febrero.

Con la suma de estas dos nuevas obras, el Museo Guggenheim Bilbao reúne ya 60 piezas de artistas esenciales de la segunda mitad del siglo XX tales como Robert Rauschenberg, Andy Warhol, Eduardo Chillida, Richard Serra, Mark Rothko, Yves Klein o Antoni Tàpies por citar algunos de estos relevantes creadores representados en la Colección Propia del Museo Guggenheim Bilbao.

 

Joseph Beuys (1921-1986) 

Rayo iluminando un venado (Blitzschlag mit Lichtschein auf Hirsch), 1958-85

Aluminio, bronce y hierro

Treinta y nueve elementos

Dimensiones variables

Joseph Beuys es posiblemente el artista más importante surgido en la Alemania de la última posguerra. Desde sus diversas facetas de artista, maestro, activista y visionario Beuys ejerció una extraordinaria influencia sobre sus contemporáneos más jóvenes que, como él, trataron de hacer frente a la traumática historia de su país tras la guerra. La obra de Beuys explora la desesperación y las dificultades a las que se enfrentaba Alemania, intentando a la vez impulsar una renovación espiritual.

Beuys interrelaciona de modo singular su autobiografía y su obra. En 1943, cuando volaba sobre Crimea en un avión de la Luftwaffe, fue derribado y consiguió salvarse de la muerte gracias a un grupo de tártaros nómadas, un hecho esencial en su vida y en su producción artística. La descripción del uso que hacían los tártaros de las grasas y del fieltro para curar sus heridas y aislarle del frío constituye la piedra angular de su obra. Beuys rompió con los modelos y materiales tradicionales, haciendo frecuentes incursiones en el campo escénico de las instalaciones.

Rayo iluminando un venado, terminada en 1985, unos meses antes de su muerte, es una de sus instalaciones más impactantes y espectaculares y sirve como gran resumen de los temas que presiden su trayectoria creativa. En esta obra Beuys revive el tema de la destrucción apocalíptica y el renacimiento, característicos de las tradiciones histórico-artísticas germanas, presentándonos su propia versión del Libro del Génesis, inspirada en imágenes primarias de la naturaleza.

Rayo iluminando un venado surgió a partir de una pieza anterior, Taller de 1982, una masa de barro en forma de colina, que realizó con motivo de la exposición Zeitgeis en la Martin-Gropius-Bau. Al término de aquella exposición, parte de la gigantesca montaña de arcilla fue moldeada en yeso y fundida después en bronce para convertirla en la escultura del rayo. La montaña invertida, suspendida del techo, es un relámpago metafórico que podría representar la energía latente que está detrás de la creación. Su forma conecta esta energía con la tierra, ya que parece surgir de la tierra más que del cielo como es habitual en los rayos. La obra sugiere que la energía puede ser transmitida en cualquier dirección.

Venado, creado por Beuys en 1958, es una pieza fundida en aluminio de una estructura original compuesta por dos tablones de madera tosca que sostienen una tabla de planchar y que a su vez descansan sobre cuatro bases o “patas” de madera. Boothia Felix, concebida por Beuys en 1967, incluye dos elementos: el pedestal, que es una vieja base para modelar esculturas y la escultura abstracta de bronce, una pieza fundida que representa un cubo de tierra moldeada con un macetero de madera. El cuadrado de tierra que contenía las raíces de la planta representaba, para Beuys, un pequeño cosmos independiente. Cabra, una carretilla baja de tres ruedas con un eje fijo, invierte el famoso precedente de la cabra como objeto encontrado creado por Picasso. A diferencia de éste, la cabra de Beuys no tiene una relación formal con el animal y su papel en la instalación es más un símbolo del hombre y de la tecnología que un elemento orgánico de la naturaleza. Junto a estos objetos aparecen treinta y cinco animales amorfos que representan la evolución de las especies y que nos dan una nueva perspectiva del principio y fin del universo.

Esta instalación podría considerarse en muchos aspectos como una última síntesis de la obra de Beuys, ya que algunos de sus componentes se remontan a 1958.

 

Gerhard Richter (1932)

Marina (Seestück), 1998

Óleo sobre lienzo

290 x 290 cm

 

Gerhard Richter ha perseguido durante toda su vida un proyecto que explora la heterogeneidad estética y que cuestiona las categorías artísticas convencionales. A través de una gran variedad de estilos y técnicas, tanto abstractos como realistas, objetivos como subjetivos, tradicionales como de vanguardia, Richter reúne lo que se suelen considerar estrategias pictóricas opuestas, con el fin de explorar distintos modelos de percepción.

Este artista se bandea con éxito entre dos intereses considerados generalmente como contrapuestos. Puede ser catalogado como “clasicista”, en términos de sus aptitudes pictóricas y del uso de los géneros tradicionales, pero, al mismo tiempo, utiliza profusamente la fotografía, no necesariamente para debilitar la pintura sino para explicar las difíciles relaciones entre pintura y fotografía. Aunque sin ironía, aborda los temas contemporáneos de la percepción, la representación, el significado y la memoria. En sus pinturas figurativas y paisajes realistas, Richter utiliza la fotografía, una memoria de grabación mecánica, como fuente para la creación de un momento representado subjetivamente. En sus lienzos abstractos, trata la pintura para que parezca una emulsión fotográfica, como si la imagen fuese una fotografía polaroid manchada. En los trabajos de Richter siempre hay incrustadas de algún modo distorsiones que desplazan al sujeto y lo apartan de la realidad para subrayar que una imagen, sea pintada o fotográfica, no es más que eso.

Richter pintó su primer grupo de marinas en 1968–9, recuperó el tema en 1975 para retomarlo recientemente de nuevo. Aunque en algunas de sus obras Richter ha manejado la pintura de manera esquemática e impresionista, sus marinas han sido pintadas siempre con trazos finos, haciendo uso de colores naturales y de un tacto suave. En Marina (Seestück), 1998, Richter aplica la pintura al óleo con suavidad, manteniendo una superficie muy plana que se ve aumentada por el efecto ligeramente borroso o brumoso que crea. La imagen resultante se asemeja a la de una fotografía movida. Sin embargo, la gran escala de la obra, con su énfasis en la extensión del mar, refleja la noción de la pequeñez del hombre frente a la inmensidad de la naturaleza.

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